jueves, 21 de junio de 2012

NUESTROS OCÉANOS AGONIZAN

Es hora de actuar!!!


La especie humana, prevalida de su fuerza, obnubilada por su tecnología, enloquecida por la lógica del capital, le ha declarado una guerra de exterminio al mar y a sus pobladores. La humanidad extrae de los mares y océanos más de cien millones de toneladas de seres vivos al año, de los cuales más del 20% son descartados y desechados, 20 millones de toneladas de peces a los que se les quita la vida sólo para ser arrojados como basura al mar. Pero no sólo hemos desencadenado una limpieza étnica en contra de sus moradores, también lo hemos atacado con todos los venenos y tóxicos que nuestra locura tecnológica ha producido.

La vida es un milagro que está más allá de nuestra comprensión, y deberíamos reverenciarla hasta cuando tenemos que luchar contra ella. - C.J. Briejer
La estupidez es la principal característica humana. El estúpido, a diferencia del imbécil patológico, es consciente de sus actos aunque le sean nocivos, sin embargo persiste en ellos. Manfred Max-Neef

La humanidad extrae de los mares y océanos más de cien millones de toneladas de seres vivos al año, de los cuales más del 20% son descartados y desechados, 20 millones de toneladas de peces a los que se les quita la vida sólo para ser arrojados como basura al mar. Cada hora se vierten unos 675.000 kilos de basura al mar, de los cuales un 50% son plásticos que no se degradan y que matan al año más de 100.000 mamíferos y tortugas marinas. Este problema es tan serio que en el medio del océano Pacífico ya existe una isla de desechos plásticos de tres veces el tamaño de Venezuela. Los vertidos “normales” de hidrocarburos al mar se contabilizan por decenas de miles de barriles al año, esto sin contar con accidentes como el producido el pasado año en una plataforma de la empresa BP en el golfo de México, que derramó millones de barriles durante más de cuatro meses.
La agresión por parte de la especie humana en contra de los mares ya ha producido bajas entre estos. El mar de Aral, situado entre Kazajistán y Uzbekistán, era el cuarto lago más grande del mundo; un típico megaproyecto desarrollista de riego de los años cincuenta, llevado adelante por el antiguo régimen soviético, llevó a que este ecosistema de casi 70 mil kilómetros cuadrados, al serle retirado los caudales de los dos principales ríos que en él desembocaban, hoy casi haya desaparecido.




En la guerra de agresión y exterminio que la humanidad pareciera haberle declarado al mar no sólo hemos desencadenado una limpieza étnica en contra de sus moradores, también lo hemos atacado con todos los venenos y tóxicos que nuestra locura tecnológica ha producido: Venenos químicos como los que derramamos en la bahía de Minamata en Japón, o como los que producen nuestra plantas petroquímicas como las del Tablazo y Morón acá en Venezuela; desechos nucleares como los arrojados este año en Fukushima o los que produjeron los ensayos nucleares franceses y estadounidenses en el Pacífico o vertidos petroleros como los que el año pasado vertió en el Golfo de México la torre petrolera Deepwater Horizont de la petrolera British Petroleum (BP).





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